Una historia real

Nací en Barcelona y, como el 96% de la población, estudié en la misma ciudad en la que nací.

 

Hice la típica carrera de cuatro años y cuando llegué al último curso hubo una invasión de estudiantes extranjeros que venían de Erasmus.

Si el Erasmus mola, hacerlo en Barcelona tiene que ser la hostia.

 

 

La mayoría de ellos eran americanos y cumplían con la idea que teníamos de ellos. Venían a por fiesta y cerveza. El Santo Grial del Erasmus. 

Se pasaban el día en el parque de la ciudadela tomando el sol, fumando y bebiendo.  Y cuando llovía venían a clase.

 

En una de las clases de marketing en la que estaban matriculados teníamos que presentar un proyecto. Era una de las primeras asignaturas en las que se nos pedía eso y había nerviosismo en la clase el día que tocaba salir.

El primero en hacerlo fue Garret, uno de los americanos.

Pantalón corto, camisa ancha y pinta de haberse despertado hacía cinco minutos. Muchos pensábamos que haría el ridículo pero fue entonces cuando…  se transformó.

 

Su presentación fue… magistral. Ordenada, natural y con una sensación de aplomo que nadie esperaba. 

 

¿Vendrían los americanos programados de serie así? Al fin y al cabo, en las pelis de Hollywood abundan los discursos épicos. Hasta John McClaine sabe hablar bien.  Además están Martin Luther King, Steve Jobs… Tal vez lo llevan en el ADN.

 

Tenía que sacar esas ideas de mi cabeza. Me tocaba a mí. Let’s go.

 

-Bueno… pues esto…. Mi presentación va sobre un invento que cambiará la vida de muchos.  Ehh os la hará más fresca. Quiero decir, más sencilla y más fácil.  Eh….  Bueno, o eso he intentado estos días mientras la preparaba…

 

 

Lo que siguió fue más una justificación de mi idea y una serie de balbuceos  que una presentación de verdad.

 

Fue angustioso.

 

Estar delante de 40 personas dudando de si lo estás haciendo bien, de si les gusta lo que dices o si simplemente le encuentran sentido es una experiencia espantosa.

Sudas, tiemblas y el corazón se te acelera tanto que crees que lo van a oír.

 

No, no mola nada.

 

Por si te lo preguntas, sí. Suspendí marketing.

 

 

Así que hice lo que tendría que haber hecho desde el primer día. Me fui al parque de la ciudadela a tomar el sol, fumar y beber.

 

Me encontré con los americanos y le pregunté a Garret cómo hablaba tan bien y presentaba las ideas de forma tan clara. Nuestra charla fue algo así.

 

-Muy bien tío. Me ha encantado tu presentación. La verdad es que todos los americanos lo habéis hecho genial. Creo que los mejores de la clase.

-Gracias. La tuya tampoco ha estado mal. -agradecí su mentira aunque sabía que era parte de un contrato social-   

-Oye  ¿algún truco para hacerlo mejor? Me tocará presentar en Septiembre.

-Practicar. Cuantas más presentaciones hagas más fácil será.  Por lo que he visto aquí hacéis pocas. Solo algunas asignaturas tienen presentación de trabajo y es sólo una al final del trimestre. En Massachusetts hacemos un montón.

-¿Cuántas son un montón?

-Como unas 20 al año.

– Guau. Eso son más de las que he hecho yo en mi vida. Aquí, como mucho, haré tres más.

-También puedes apuntarte a un club Toastmasters y practicar, así seguro que controlarás mejor los nervios. 

 

Y esa fue la segunda vez que oí Toastmasters que, para resumirlo, es el club de oratoria más importante del mundo con presencia en más de 150 países.

Un club donde se junta gente, aprende a crear y dar discursos y luego comentan qué tal lo han hecho. 

 

A priori no me pareció la idea más divertida del mundo de entre las opciones de ocio que ofrecía Barcelona, pero pocos años después me apunté y puedo decir que me cambió la vida.

 

En 2013 me registré en uno de los clubes de Barcelona para mejorar mis presentaciones. Desde el primer día vi cómo se podía mejorar, no sólo calibrando mi propio avance sino viendo el de decenas de personas como yo.

Gente que casi no podía hablar de lo nerviosa que estaba daba discursos más que decentes a los tres meses. 

Personas que no se dedicaban a la oratoria se convertían en ponentes increíbles con el paso del tiempo. 

Ingenieros, informáticos, contables, administrativos, enfermeras… el perfil era muy distinto pero los resultados muy parecidos. 

Pasaron los meses y creció mi interés, mi ánimo y mi confianza. 

 

En 2014, empujado por mi mentor Jesús, me apunté al concurso nacional que organiza Toastmasters International. El concurso en el que se escoge el mejor orador del país.

 

Lo gané.

 

En 2015 repetí.

 

Hacer una presentación, sentirte tranquilo, escuchado y saber que llegas a las personas…es una sensación agradable. Nada que ver con la que sentí en la clase de marketing. 

Pero lo mejor de todo es que yo no soy ningún superdotado. Solo alguien que cogió un método, se sumergió en él, lo adaptó a su personalidad y practicó hasta convertirse en el mejor.

 

Es algo replicable y en breve te contaré cómo tú puedes hacer lo mismo.