Entre las cualidades de la expresión oral correcta se encuentra comunicarse sin muletillas.

 

Y no todo el mundo lo hace.

 

Seguro que en muchas de las conferencias a las que has acudido el orador titubea y usa muletillas para esos momentos de duda. No es un pecado capital pero el discurso mejora mucho cuando no existen.

 

¿Qué son las muletillas?

 

Por definición, las muletillas son las voces o frases que se repiten mucho por hábito.
A mí me gusta más definirlas como un vicio del lenguaje. Son aquellas palabras, frases o expresiones que repetimos durante nuestro discurso más por hábito que por necesidad.

 

Y como cualquier vicio es mejor evitarlas.

 

¿Por qué debemos evitar las muletillas?

Porque usarlas nos resta autoridad como orador pues indica falta de preparación, falta de recursos o falta de conocimiento. Y ninguna de estas faltas es buena.

 

Algunos ejemplos de muletillas son “mmmm”, “ehhh”, “¿no?”, “bueno”, “vale” o “realmente” Seguro que sabes de qué hablo.

Y si tienes dudas, mira este video de 1 minuto
 

 

Yo he contado: 7 ¿no?, 2 ehh, y algún pero, bueno y pues. Y todo en un minuto.

Las muletillas pueden ser tanto palabras como sonidos o incluso expresiones. A menudo depende del contexto y del idioma.

Por ejemplo, las muletillas españolas son distintas a las muletillas en inglés. Si ves algún discurso o conferencia en la lengua de Shakespeare te darás cuenta que no usan el “mmmm” o el “ehhh” sino que abusan del “ah” o del “um”.

 

Si ya conocías las muletillas puede que sepas que en el mundo de la oratoria están mal vistas y se intentan evitar a toda costa.
Por ejemplo, en los clubes Toastmasters se designa un contador de muletillas en cada sesión y éste va anotando en su informe las palabras comodín que usa cada orador. Si bien es cierto que las muletillas no aportan al mensaje y no son positivas, he oído algunos comentarios un tanto radicales. Desde “tu mensaje era bueno pero ha quedado totalmente diluido por las muletillas” a “si no dejas de usar tantas muletillas, la gente no te entenderá.”

 

Hombre, Sergio Ramos ha pasado de 10 en un minuto y todos hemos entendido su mensaje.

 

El abuso molesta, aunque no creo que una o dos muletillas afecten demasiado al discurso.
De hecho, algunos psicólogos de Stanford consideran el “uh” y “um” (lo que vendría a ser el “ehh” español) como propias palabras del idioma y argumentan que es imposible eliminarlas.
Yo estoy de acuerdo. Aunque solo en parte.

Si piensas que estas palabras comodín son el demonio y te obsesionas en eliminarlas puede que incluso afecten más a tu discurso al inducirte a sonar robotizado. El enfoque que yo le doy a las muletillas es el mismo que a los nervios antes de hablar en público. La misión es minimizarlas, no la eliminación absoluta. No eres Terminator.

 

Una de las cosas que me encanta de Toastmasters es el feedback que se propone; un feedback constructivo que anima a mejorar y que, además, se puede aplicar al resto de facetas de nuestra vida.
Cuando llega un nuevo miembro al club es importante hacerle saber qué muletillas usa pues la mayoría de personas no somos conscientes de si las usamos o no pero para hacerlo aún mejor, en vez de limitarnos a enumerarlas podríamos dar alguna sugerencia de mejora, decir cómo eliminar las muletillas. Así que hoy te daré tres estrategias para eliminar las muletillas en tu discurso.

Pero antes, reconciliémonos con ellas. Porque todo tiene su lado bueno y su lado menos bueno. Lo menos bueno ya te lo he contado pero ¿y lo bueno?

 

El lado bueno de las muletillas

 

1. Ofrecen naturalidad
Si me has leído antes, sabrás que ante la pregunta de cómo preparar una exposición mi primera respuesta es siempre la misma. Entrenándose.
Yo prepara a fondo mis presentaciones. Incluso algunos ejemplos o interacciones con el público que parecen naturales e improvisadas, las he estudiado antes. ¿Cómo logro que no lo notes? Usando la muletilla “ehhh”.

Imagina que ofrezco una explicación y, a continuación, pongo un ejemplo que la ilustre. Si antes de dar el ejemplo uso un “ehhh” hará que creas que lo he pensado en ese instante y le aporta naturalidad e ingenio a mi discurso.

 

2. Llaman la atención
Aunque la creencia generalizada es que las muletillas distraen, la realidad es que este vicio lingüístico llama la atención. Cuando un orador usa un ehhhh o un mmmmm la audiencia sabe que va a decir algo y sus mentes están a la espera de qué será lo siguiente.
Haz la prueba, usa una muletilla alargada antes de decir algo y verás las caras de atención de tu público.

 

3. Pueden sacarte de un apuro
En psicología, el fenómeno descrito como “la punta de la lengua” define la situación en la que nuestro cerebro parece saber la palabra que debe decir pero nuestra boca no la articula. Es como si se quedase a un paso de salir. En una exposición oral, una muletilla del tipo “ehhh” indica a tus interlocutores que estás buscando una palabra y que no la encuentras y ellos te pueden ayudar. ¿Cuántas veces te ha pasado en una conversación con otra persona?
Dicho esto, no creas que soy el defensor de las muletillas. Opino que cuántas menos mejor, solo que yo no veo la maldad de Lucifer en ellas.

 

De hecho, disfruto cuando escucho a un orador que apenas las usa. Y eso me sucedió hace poco con Carles Mesa cuando me entrevistó en RNE  para su programa. Él es un locutor de radio que se pasa horas hablando y ha desarrollado una maestría notable en este arte. Si te apetece escucharlo, puedes hacerlo en el enlace anterior. Con que escuches el primer minuto te darás cuenta de lo que hablo. Y si te animas, escúchame hablar a mí (2:50-22:30) y verás la diferencia. Todos tenemos nuestros defectos. 🙂

Puede que después de oírme digas, (pues) ¡a mí también me pasa! No te preocupes, ahora te enseñaré cómo eliminar las muletillas pero…. ¿y si no sabes si las usas?

La experiencia me ha demostrado que no somos del todo conscientes de si las utilizamos o no así que lo mejor que puedes hacer para salir de dudas es grabar tu próximo. Si has detectado alguna, aquí te doy tres sugerencias para evitarlas.

 

Cómo eliminar las muletillas

 

1- Prepara tu discurso
Es mucho más probable que uses muletillas cuando estás improvisando que cuando has preparado bien tu discurso. ¿Por qué? Porque la mayoría aparecen cuando tu cerebro está buscando esa palabra que no quiere salir. Tiene sentido, entonces, que cuánto más preparado esté tu cerebro menos muletillas necesitará. Y preparar a tu cerebro significa ensayar tu presentación. Ensayar mucho.
La falta de preparación afecta también a los nervios. Si te preguntas cómo no ponerte nervioso la respuesta es preparándote. Cuánto más preparado estás menos nervios tienes. ¿Y sabes qué pasa cuando no estás nervioso?
Exacto. Que usas menos muletillas.
Así que consejo número uno para realizar tu exposición: prepárate.

 

2- Baja tu ritmo de habla
Se considera un ritmo óptimo aquel comprendido entre 120-160 palabras por minuto. Aunque hay algunos que lo superan y sus presentaciones son espectaculares. Aunque abuse del ¿no? y del ¿vale? Al final, el contenido y la ejecución acaban siendo los reyes.
Cuando hablamos más despacio nuestro cerebro no necesita llenar esos espacios vacíos con muletillas porque le da tiempo a escoger la siguiente palabra. A más lentitud, más facilidad para evitar muletillas al hablar.
¿Cómo bajas el ritmo del habla? De la misma manera que caminarías más despacio. Poniendo atención.
Una sugerencia adicional es que no infles tu presentación de contenido. Si quieres explicar mucho en poco tiempo tenderás a hablar más rápido y eso hará que uses más muletillas.

 

3- Enamórate de las pausas
La pausa es uno de los elementos más poderosos al hablar en público. Entre sus beneficios están: la capacidad de dramatizar o dar importancia a una idea, llamar la atención de tu audiencia o fomentar la comprensión de tu mensaje.
Cuantas más pausas hagas, más tiempo le das a tu cerebro a pensar en la siguiente palabra. De hecho, deberías pensar que por cada pausa que haces te evitas una muletilla.
Es prácticamente imposible usar una muletilla después de una pausa.

“Por eso debéis olvidaros de pensar, analizar y estudiar todas las decisiones de vuestra vida y dejar que vuestro corazón os guie.”

Ehhhhhhh , hacer caso a vuestro corazón es la mejor herramienta para tomar decisiones.

¿Te imaginas?

 

Bonus Track

 

Hace poco una chica que trabajaba para Acnur me paró en el aeropuerto. Me contó cómo podía ayudar a los refugiados sirios y sus ojos traslucían pasión. Ella creía en eso, creía en un mundo en el que unos nos ayudásemos a otros en lugar de uno en el que le cerramos las puertas a los más necesitados. Creía que a cualquier persona le gustaría que le ofreciesen amparo en una situación similar. Creía que, como humanos, no podíamos darles la espalda.
A menudo me asaltan en el aeropuerto distintas personas para ofrecerme distintos servicios. Prácticamente todos usan muletillas en sus explicaciones. La chica de Acnur no. Ni un eh, ni un mmm, ni un bueno. Fluyó como la brisa en primavera. ¿Por qué? Porque creía en ello, porque le gustaba, porque le apasionaba.

Y esta es mi sugerencia final, cuando hablas de algo que te apasiona, las muletillas desaparecen.

Como dijo Richard Whately: “No hables porque tengas que decir algo sino porque tienes algo que decir.”

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